miércoles, 1 de octubre de 2008

Este Blog no es machista!!! hasta puse algo escrito por una chava!!!

Hoy soy mexicana. Y al igual que Juan Escutia, me envuelvo en legado de nuestros héroes, símbolo de la unidad de nuestros padres y nuestros hermanos, y me arrojo a una fiesta con sabor a pozole, con olor a pólvora y con voz de Jorge Negrete. Mi México lindo y querido se adorna con botonaduras de plata, se cubre con un sarape y no canta mal las rancheras aunque su acento sea yucateco y su lengua sea tarahumara. De norte a sur y de este a oeste, los trajes de china poblana y de mariachi nos uniforman gracias a la herencia del Rancho Grande y del Peñón de las Ánimas, así seamos yaquis, purépechas, lacandones o chilangos de ascendencias mixtas. A pesar de que también son mexicanos, ni los voladores de Papantla, ni el mole rojo, ni la bamba, ni la danza del venado, ni el pulque, ni la cajeta, ni la guelaguetza figuran tanto en este mes patrio como el sombrero de charro, el tequila y los chiles en nogada, junto con otros de los símbolos de la mexicanidad que hemos adoptado y que nos representan a nivel mundial.Patriotas y nacionalistas, maquillamos nuestras calles con las tonalidades de mi banderita, banderita, banderita tricolor, a la que desde niños sabemos venerarla, pues es mi bandera la enseña nacional y son estas notas su canto comercial (perdón, cántico marcial). Y es que nada como la bandera para servir de gancho publicitario. Basta hacerla ondear bajos los descuentos y las ofertas de electrodomésticos, autos y mercancía de supermercados, para hacernos saber que las empresas trasnacionales se unen a nuestros festejos de independencia, siempre y cuando ésta no sea económica; o que las empresas mexicanas se preocupan del desarrollo del país ayudando con sus abonos chiquitos y usuras enormes; asegurándonos que el grito lo vamos a dar de gusto por estrenar casa o por realizar todos nuestros sueños a través un billete de lotería; o que debemos festejar como lo hacen las televisoras, con sus cantantes que residen en Miami y cobran en dólares, pero que hoy cantan ranchero con sus voces nasales y sus registros pobres.
Aún así, se levanta en el mástil mi bandera en el centro de cada plaza, se yergue jactanciosa en las azoteas de las casas, se pesca pellizcando las solapas de un saco o aferrándose a las antenas de los autos, cuelga del espejo por el que nos mira el taxista, tapiza el cofre de un microbús o se deja caer desde lo alto de un edificio gubernamental. Ondea en el aire vanidosa, coqueta; como cuando se repetía en cada estadio o gimnasio donde competía un mexicano en los Juegos Olímpicos de Pekín (perdón Beijing, como exige la usanza mediática). Porque este mes patrio comenzó desde la segunda semana de agosto, cuando la delegación olímpica entró abanderada y el nombre de nuestro país se pronunció en chino. Ahí comenzó el calorcito en el pecho al hermanarse todo México y llorar de emoción, cual cronista televisivo, cuando el triunfo de las clavadistas de bronce y los taekwondoìnes dorados fue el triunfo de todos; aunque el único clavado que uno se echa sea para hundirse en las sábanas y las patadas marciales nos las de el hambre. Y desde el penúltimo día de agosto, entonamos conmovidos el himno después de gritar “ya basta” mientras la luz de la esperanza envuelta en cera, iluminaba nuestra indignación y nuestro encono al exigir que nos devuelvan el país a los que sí somos honestos.
De ahí entramos ya encarrerados en el mes que arranca con el Informe Presidencial, el que antes era la fiesta pública con que el poder restregaba su unión a nivel nacional y hoy sólo se ha vuelto un convivio privado, que luego se sube a internet cual farra preparatoriana, pero que en la tele se traduce en mensajes de autocomplacencia onanista que nos recuerdan la importancia de la paz social; de ahí nos seguimos conmemorando a los Niños Héroes, aunque no logremos acordarnos de todos sus nombres (y menos si el ex presidente Fox añade nombres a la lista, ¿quién diablos es Juan Azueta?) ni por qué o contra quién peleaban; celebramos el aniversario del himno aunque jamás lo hayamos leído en su totalidad y sigamos sin saber que significa bridón, aras o pendones; damos e l grito aunque no sepamos distinguir bien a bien entre los héroes independentistas y los revolucionarios, dando más importancia al día 15 que al 16, el cual sólo nos sirve para reposar la resaca, igual que damos más trascendencia al inicio que a la culminación y el día 21 pasa inadvertido, opacado por el recuerdo de las víctimas del terremoto de `85, pero también de la solidaridad de los mexicanos en el día 19.
La ceremonia del grito es el clímax del sentimiento patriótico, la cúspide de la emoción por haber nacido en esta tierra bendita de Dios, el orgullo de que primero soy mexicano y mi sangre por mi tierra daré yo si el clarín y el rugir del cañón me precisan defenderla de la planta profanadora de un extraño enemigo. Este sentir se exacerba con los mensajes sobre la grandeza de nuestra historia, la trascendencia de nuestra cultura, la nobleza de nuestro carácter, la alegría y el calor humano propios de nuestra gente; mensajes que se repiten en los medios que se adjudican parte del mérito de que así sea, en el caso de que así sea, pues ¿tenemos acaso en exclusiva la franquicia de la tradición, del folklor y de la gloria de una pasado histórico?, ¿somos el único pueblo que responde con generosidad ante la desgracia, con hospitalidad ante el visitante, con júbilo ante un festejo?, o ¿por el sólo hecho de ser hechos en México, en nuestro contenido se encuentran todas estas cualidades?, ¿por qué entonces el liderazgo mundial en corrupción, secuestros y feminicidios?
Los estereotipos de nuestra cultura responden a la necesidad de reafirmar nuestra identidad nacional, se nos ha insistido tanto en que encajamos en el molde del ideal post revolucionario que respondemos por reflejo a las canciones de José Alfredo Jiménez, y a las películas de Pedro Infante. Nos brota el civismo por los poros cuando gana la selección mexicana y rodeamos el Ángel de la Independencia, (curiosamente relegado durante el Grito y el Desfile) aunque se nos haya olvidado votar o declarar los impuestos. Nos orgullecemos del esplendor de la cultura de nuestros ancestros sin preocuparnos por comprenderla o estudiarla, por preservar las tradiciones de las que no ufanamos, por defenderlas de la creciente invasión cultural extranjera que aceptamos indolentes, y hasta complacientes. Porque sólo hoy es cool bailar el mariachi loco, el resto del año lo hacemos tarareando a Daft Punk; hoy grito ¡Viva México! a todo pulmón, el resto del año me la paso masticando el inglés, juntando para irme a estudiar, trabajar o vacacionar al otro lado y tiñéndome el pelo de rubio; hoy me cubro los hombros con un rebozo, el resto del año uso pashminas o chalinas francesas. Porque hoy soy mexicana, el resto del año… no sé.
Escribe relativamente chido la morra...
PD: Hay que tener muchos huevos para deicr que se es Mexicano hoy en dia. Las niñas no tienen, pero se compensa porque tienen senos que son una especie de testiculos en el pecho.

2 comentarios:

@lex dijo...

estaría cool que Daft Punk cantara el mariachi loco.

Stephen S. dijo...

no mames que marica, aunque respaldo lo que dice @lex